220º. espacio de cocina alternativa

Pescadito para uno

Las palabras se quedan cortas para decir todo lo que siento… Parafrasear a Los Rodríguez me viene al pelo. Fuerteventura mola, pero no me hagáis caso: ¡soy adicta a las Canarias!

Ni el viento me impide disfrutar de horas muertas de sol leyendo, sesteando, escuchando el sonido del mar… Ayer me di un buen paseo hasta Salinas de El Carmen (donde hay unas salinas, como bien indica el nombre, y un museo de la sal, y ardillas que algún gracioso soltó hace años creyendo que le iban bien al paisaje…) y decidí celebrarlo yendo a cenar un buen pescadito fresco y papas con mojo, mi debilidad

La cosa fue complicada. En el hotel me enviaron a dos restaurantes que hay junto a una torre antigua al borde del mar. No sé cuánto tiempo hace que el recepcionista no se da una vuelta por allí porque lo único que vi fue un restaurante cerrado y otro italiano carísimo… Así que camino de vuelta decidí preguntar a las recepcionistas de un peazo resort para el que nunca trabajaré bastante si quisiera pagarlo :) Una tal Manuela me atendió muy amable y me dirigió a otro italiano regentado por un canario donde me aseguró que había una carta de pescados del día fresquísimos. Fue gracioso. Cuando me preguntó si iba sola, a mi respuesta afirmativa exclamó “¡Qué tristeza!”. Yo le dije que estaba estupendamente y que ni la soledad ni el paraíso de los guiris me iba a impedir comerme un pez.

Seguí sus indicaciones y encontré el restaurante Casanostra donde se halló mi oasis piscívoro. Efectivamente, el dueño era canario y, cuando comenzó a cantarme sus especialidades en pizzas y pasta, le interrumpí: “verá, es que yo lo que quiero es comerme un pez y unas papas con mojo“. Sus ojos brillaron de alegría. Porque tiene que ser duro regentar un negocio que sabes que te da de comer con los spaghetti cuano lo que te gustaría es lucirte con el cherne a la espalda. El señor me preguntó si frito o a la plancha, me decanté por la segunda opción y no me preguntó ni lo que quería. Acompañé mi cena con un vino blanco, un albariño (pena que no fuera vino canario), que el señor me sirvió dejándome la botella en la mesa y diciéndome: “Usted tómese lo que quiera y pague lo que le parezca”. Me encantan los canarios.

Mi festín consistió en una lubinita preciosa y jugosa, con una ensalada y unas papas con mojo picón y de cilantro que pudieron con mi decoro de damisela: desparecieron con las papas y con el pan que me sirvió una simpática camarera filipina. También fue gracioso ser observada por parejitas y grupos de extranjeros que me miraban como si fuera un bicho raro al verme cenando sola. Yo sólo podía disfrutar y disfrutar porque aquel pez estaba delicioso… Tanto era mi éxtasis que no me percaté de que el señor me sirvió una segunda copa de vino: “Usted tranquila, siga disfrutando”.

En fin, la odisea mereció la pena. Seguramente no haya sido el mejor pescado que haya comido en mi vida, pero me supo taaaan bueno y me sentí tan bien atendida, que simplemente me da igual. Un café y un chupito invitación de la casa fueron el colofón del ágape. Después de pagar, me despedí de los dueños y el señor me dijo “vuelva cuando quiera”. Jo que sí lo haré… :)

3 comentarios para “Pescadito para uno”

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